sábado, 26 de junio de 2010

HALONG-HANOI

Llegamos a la archiconocida y esperada Bahía de Halong....


Aqui es donde todo el potencial vietnamita se expresa en toda su plenitud, lo cual se traduce en: te prometo el oro y el moro, que luego es la caca de la vaca. Bueno, no es siempre así pero cuesta trabajo y muchos dólares encontrar algo que se parezca a lo que te ofrecen en un principio.
En esta foto, Ana abordando la nave. Menos mal que aquí no hay olas, porque con boquetes como el que se ve en la proa nos harían ir a pique. En general, la mayoría (y son muchos) de los barcos están muy mal conservados.
Las vistas son preciosas y el entorno, mágico. Sólo roto por  el gran número de embarcaciones que saturan el paisaje (y menos mal que es temporada baja) y el contínuo acoso de las vendedoras que persiguen en sus botes a los turistas doquiera se hayen.
La vista desde unas magníficas cuevas dentro de estos maravillosos pináculos: un  mar verde esmeralda tachonado por infinitas formaciones rocosas.

Las cuevas, aunque iluminadas en plan kitsch y decoradas con plataneras no sabemos para qué clase de acto, eran realmente espectaculares. Una mezcla entre Viaje al Centro de la Tierra y 2001 Odisea en el Espacio.
Hora del Kayak. Tuvimos suerte de estar solos en una especie de piscina marítima cerrada completamente por los montículos a la que sólo se podía acceder por la gruta que aparece al fondo de la foto (por supuesto querian cobrarnos, otra vez, por acceder... los mandamos a charlar con Ho Chi Mihn).
Éste fue uno de los mejores momentos de nuestra experiencia en Halong pues, a parte de disfrutar de la sorprendente naturaleza que nos rodeaba con cierta calma e intimidad, el lugar presentaba una sonoridad y un embrujo sin parangón. Mirando a las alturas antes de darnos un baño.

La nocturnidad trajo la música (para variar). Resulta que se juntaron distintos maneras de sacarle sonidos a nuestra, cada vez más, maltrecha guitarra. De hecho, esta fue su última aparición en escena.
Tom toca la guitarra (un profezional de la escuela holandesa) con coros de fondo de "buy me something-happy you, happy me" que llegaban de improviso desde el mar provinientes de las omnipresentes vendedoras ambulantes.
Subidos a las alturas de Monkey Island (cerca de la famosa Cat Ba Island). Un paraje sensacional aunque la playa fuera algo corta para la cantidad de presentes.

Después de otro sudoroso trekking, llegamos a lo alto de la Reserva Nacional de Cat Ba Island, jungla vírgen que parece impenetrable.

"El Carmen" al estilo vietnamita...
Ana le ha cogido un gusto pavoroso al ajedrez. Sus caras de concentración no tienen precio. Cuando volvamos, me rio de Kasparov.
Llegamos a Hanoi.
La vida encima de una moto: La vida es moto y moto es vida. Así se resume la economía del Sudeste Asiático. No hay nada que no se pueda hacer con ellas, desde echarse una siestecilla hasta cargar los muebles de toda la cocina, sin desmontar: un espectáculo de maña y equilibrio. Por supuesto la moto es lo que mantiene unida a la familia (sobretodo cuando van los 5 en ella).
Desde luego es una ciudad mucho más agradable que Saigón (no hay color). En los alrededores del Templo de la Literatura (antigua universidad de mandarines) y en otros muchos parques, la gente aprovecha la tarde para montar la red de badminton y echarse unos sets. En la foto los abuelos contra los padres.
El museo de Fine Arts de Hanoi conserva reliquias de gran interés, así como algo de arte moderno sobre todo basado en la alabanza comunista y en la técnica de el lacado.
Cualquier lugar es oportuno para retocarse las patillas. El pijama es la prenda obligada a partir de las 5 de la tarde... da igual que estés en la calle.

Ana y color. Instalación Espontánea del Espacio Urbano en Constante Rehabilitación (ños! qué rollo, para decir que nos gustó esta improvisada ingeniería). 
Todavía no los hemos oido, pero estos tambores tienen que tumbar pa´trás.
Merece la pena ver las marionetas de agua y su espectáculo musical en directo.
Una tradición remota que sigue cautivando a niños y mayores.
Uno de esos frescos y ricos platos que te alegran el día.
En el centro mismo de la urbe. Caos en estado puro pero ya adaptados a su fluir.

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